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title | El Cielo Herido |
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author | David Broc |
publication | Mondo Sonoro |
date | 2002/03 |
issue | 83 |
pages | 28-29 |
"El Cielo Herido" is an interview (in Spanish) by David Broc originally published Mar. 2002 in Mondo Sonoro magazine Issue 83, pp.28-29.
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Culpables, en parte, de la reconversión musical de Radiohead, Boards of Canada siguen atacando el vacío desde la modernidad, dos conceptos que a día de hoy acostumbran A ir de la mano, pero que en la propuesta del dúo británico halla su definitiva contraposición. “Geogaddi” (Warp/Satélite K, 02), su nuevo disco, araña lágrimas a la contemporaneidad.
Quien abajo firma es consciente que la inmensa mayoría de lectores de Mondo Sonoro habrán fruncido el ceño al ver a Boards Of Canada en la portada de este número de marzo. Unos, por simple desconocimiento de su música. Otros, por conocerla demasiado bien. Y algunos más, estupefactos, por sentir que la revista ha vuelto a traicionar su espíritu rockero con un hijo directo de esa modernidad que tan poco entienden y, en consecuencia, estiman. Pero lo cierto es que en su ya dilatada carrera, Mondo Sonoro nunca ha ejercido de plataforma exclusiva del rock o cualquier otro estilo musical, más bien al contrario. Y lo mismo se le podría decir a ese otro público que, atónito, contempla como la revista que les produce urticaria (ya sabemos que nunca se es suficientemente cool) respalda a uno de sus referentes favoritos. Digamos que la presencia de Boards Of Canada en la portada de marzo responde al mismo criterio que ha empujado a la publicación a situar en sus páginas centrales a Sigur Rós, Mogwai, Nine Inch Nails o Doble V: la búsqueda de emoción infatigable, talento por domesticar y perspectiva de futuro en todos los terrenos franqueables del panorama musical. Y punto.
Boards Of Canada conservan la extraña virtud de conmover a sus seguidores con una ecuación expresiva con pocas probabilidades de traspasar la epidermis. Electrónica invernal, ritmos hip hop, melodías nostálgicas, atmósferas perturbadoras y tradición Warp componen su herencia. A partir de ahí, el dúo inglés se inventa el sonido del desasosiego: esa música herida que las grandes urbes de nuestro día a día evitan sentir como propia. Banda sonora del desconcierto, la distancia y el aliento gris que invaden nuestras ciudades, nuestras vidas, la música de Boards Of Canada contiene la verdad que muchos se niegan a ver o escuchar, y en su función de espejo involuntario recae la tristeza, emoción y ensoñación de las obras que, ahora y mañana, están destinadas a sobrevivirnos. En su aparente abstracción sonora reside otro milagro de la sensibilidad post-moderna. No es contraproducente, pues, comprobar como Radiohead y otros referentes sumidos en crisis creativas han optimizado su reorientación estilística a través de “Music Has The Right To Children”, debut en formato largo (antes llegó un Ep homónimo publicado por Skam) de esta inquietante formación. Su impacto ha respondido a las coordenadas que todos le exigimos al arte: inquietud, aventura, esencia y emoción. “Geogaddi”, segundo disco del dúo británico (dos Ep´s y una peel session se añaden al cómputo global de su legado; todos ellos, salvo “Boards Of Canada”, publicados por Warp), supone, en ese sentido, una de las obras mayúsculas de 2002. No sólo porque en su propuesta cohabiten los aspectos anteriormente citados, sino también porque se trata de un ejercicio sublime que se eleva por encima de su contexto y aspira a la perdurabilidad total. Marcus Eoin y Michael Sandison han invertido cuatro años en la confección de este esperado y ansiado álbum. Un silencio alterado únicamente por “In A Beatiful Place Out In The Country”, un Ep sólido e importante que hizo las veces de aperitivo antes de la definitiva salida al mercado de su deseado regreso discográfico. Y ahora, enmarcados en la vorágine promocional de todo producto, los dos creadores mantienen su fidelidad al hermetismo casi autista. Su renuncia a la concesión de entrevistas telefónicas, nos obliga, así, a la comunicación vía e-mail. Ningún problema: ellos parece más cómodos con el teclado que con el teléfono.
Dividido en dos frentes (por un lado, canciones con introducción, nudo y desenlace, a la vieja usanza; por el otro, breves insertos ambientales que no sólo refuerzan el conjunto, sino que, en ocasiones, funcionan con autonomía propia), este disco no aporta cambios a primera vista dentro del discurso de Boards. Pero es que aquí no se persigue la metamorfosis que, cual impuesto revolucionario, exige la coyuntura y el devenir de la actualidad (¿qué querían: nu school breakz?). Precisamente, el máximo punto de apoyo de este trabajo cabe hallarlo en su funcionamiento interno. Su búsqueda no intenta trascender las leyes del momento, sino las leyes de su propio sonido. Es decir: “Geogaddi” es un valioso paso adelante en la edificación del discurso de Boards Of Canada. Lo mejora, solidifica, envalentona y complementa. Y a partir de ahí, éste se beneficia sobremanera de esa exploración cercana y modesta. Los principales afectados, los ritmos. Cabe detenerse en este elemento, porque un análisis voraz del mismo nos invita al regocijo mayúsculo: los beats de este disco contemplan uno de los trabajos más abrumadores de los últimos meses.
Un punto vital, en todo caso, sobre el que adopta forma una propuesta descorazonadora. Eoin y Sandison se perfilan, disco a disco, como dos nostálgicos crónicos, como dos creadores marchitos por una tristeza incansable que se traduce, sin duda alguna, en cada uno de sus pentagramas. Sin quererlo, quizás, ambos fotografían la calidez del derrumbe, la hambruna de la melancolía. Y eso es, muy probablemente, uno de los aspectos que les distinguen de muchos otros referentes electrónicos que todavía no han optado por sacrificar los imperativos de la psique. Ellos fabrican música infinitamente más humana y cercana que muchas bandas de rock, emocore, pop, folk o techno.
Autor: David Broc
Fotografia: Archivo
ROUGH TRANSLATION
Guilty, in part, of the musical re-conversion of Radiohead, Boards of Canada continue to attack the void from modernity, two concepts that today tend to go hand in hand, but there is definitive contrast with this British duo's approach. "Geogaddi" (Warp / Satellite K, 02), their new album, evokes tears to contemporaneity.
The one who is signing off this article is aware of the fact that many Mondosonoro readers might be upset somehow seeing BoC on front cover of this month's magazine. Some of them, simply due to ignorance of their music. Others, because they know it too well. Some, as aghast as they might be, may feel this magazine has once again betrayed its rock and roll spirit, choosing to explore a son of the modernity that they don't really understand, and, in consequence, despise it. But the truth is is that in its long career Mondosonoro has on the contrary never been an exclusive platform for neither rock nor for any other musical style. And the same could be said to that other audience who are aghast, as if they will somehow contract hives from this month's issue (by now we know that you are never cool enough), they should be assured that this month's issue will support one of their "rock" favorites. Let's just say that the presence of BoC on this month's cover answers to the same criterion that has pushed us to choose Sigur Ros, Mogwai, Nine Inch Nails, or Doble V for our featured artists: having the tireless search of emotion, taming talent, and having a future perspective of the greater musical panoramic landscape. Period.
BoC keep that peculiar virtue of moving listeners with a eloquent equation that seems apparently vain. Winter-like electronica, hip-hop rhythms, nostalgic melodies, disturbing atmospheres in Warp tradition all compose their musical landscape. From that point, the [Scottish] duo creates the sound of anxiety: that wounded music that big cities seem to avoid. It's the soundtrack to disconcert, the distance and the grey halo that invade our cities, our lives. Boc' s music contains the truth no one wants to hear or to see, it's an involuntary mirror and in its reflection lies the sadness, emotion and dreaminess of the works that, now and tomorrow, are meant to survive us.
In its apparent sonic abstraction, lies another miracle of the post-modern sensibility. It isn't shocking, then, when we see how Radiohead among other bands buried in a creative crisis have optimized their stylistic re-orientation after listening to MHTRTCH, the first LP of this enigmatic and disturbing duo.
Its impact has answered to all the qualities great art must be demanded for: search, adventure, essence and emotion. Geogaddi, second album from this scottish, promising to be one of the major works in 2002. Not only because in their proposal the aforementioned qualities co-exist, but also because we're talking about a dazzling exercise that rises above its context and looks for eternity.
Marcus Eoin and Michael Sandison have invested 4 years in the making of this long and anxiously awaited album. A four year silence only "disturbed" by IABPOITC, an important and solid EP that helped to reduce the anxiety before the final album was released. Now, framed by the promotional excitement of every product that comes out, the two creators keep their fidelity to their nearly altruistic secrecy. Their refusals to telephonic interviews, obliged us to communicate with them via e-mail. That's not a problem: they seem much more comfortable with a keyboard than a phone.
Divided in two (in one hand a song with intro, development and release, in the old vein; and on the other hand, brief ambient interludes that give some strength to the whole, and occasionally seem to work independently), this record doesn't seem to give any freshness to the BOC sound on a first look. But the fact is that BoC do not intend to metamorphose its sound, like the circumstances and the times would require (what do you wanted, nu school breaks?). Precisely, the major point in this record is to be found on its internal way of function. Its search does not intend to break the laws of the moment , but the laws of its own sound. Geogaddi it's a valuable step forward in the building of the BoC speech. It improves, strengths and complements it. And this near and modest exploration can only be on the benefit of the music. The main victims of this quiet revolution are rhythms. And it is well worth to stop on this element, cause the beats on this record are among the most overwhelming works of this last months.
All this is backed- up by a change in the work mechanisms. It's in the weird perception that you have when you listen to their music that you stumble with elements and old looks. In its construction process, the band faces the artisanal touch and the organic pulse of the avoiding patterns of computers and machinery.
With that word of order, they both absorb sounds and ideas in order to incorporate them into the rhythmic building. The melodies are more organic, and they configure an emotive, strange, confused and almost lisergic catalog.
Work of rediscovery and sensuous puzzle? Why worry when what we have here, right now, is a wild indictment in favor of the purest and desintoxicated of emotions . God only knows that for BoC the thing that matters is the capacity of comotion that the music can exercise on the listener.
Eoin and Sandison appear, album after album, like two nostalgic chronicists, like two creators faded by a unending sadness that lies underneath everyone of their pentagrams. Without knowing it, they maybe photograph the warmth of the fall, the starving quality of melancholy. And that is, probably one of the aspects that distinguish them of many others electronic referents that haven't made the choice of exploring the imperatives issues of the psyche. They make music infinitely more human and close than many rock, emo-core, pop, folk and techno bands.
Author: David Broc
Photos: Archive